VILLAMAYOR DE CALATRAVA

Historia de Villamayor de Calatrava. Ventana al pasado para entender el presente y afrontar el futuro de este pueblo del Campo de Calatrava.

23 octubre 2006

SEMANA SANTA



SEMANA SANTA DE ANTAÑO EN VILLAMAYOR DE CALATRAVA

Aprovechando la oportunidad que en esta ocasión me brinda el periódico LANZA, traigo al conocimiento de sus lectores cómo se celebraba la Semana Santa en mi 1ocalidad de nacimiento en épocas pasadas, que ya empiezan a ser lejanas.

Concluido el Carnaval, inevitablemente entrábamos en otro ciclo distinto, ahora de carácter litúrgico penitencial: La Cuaresma que, como es sabido, daba comienzo con el Miércoles de Ceniza, llamado así por la costumbre de marcar la frente de los cristianos con ceniza bendecida para recordarnos la muerte y la necesidad de la penitencia. La presencia del vecindario en nuestra parroquia en este acto siempre fue masiva.

Por el periódico "EI Pueblo Manchego" (martes 15-IV-1919) se sabe que, por entonces, nuestros antepasados empezaban a materializar su fe en la Semana Santa local acompañando a la Virgen de los Dolores en su procesionar por varias calles del pueblo el Viernes de ese mismo nombre; pasando a continuación al interior del Templo para escuchar el sermón que, desde el púlpito, pronunciaba el señor cura párroco, don Ceferino Huertas. Tales actos se dejaron de realizar hace muchos años.

Nuestra Semana Santa era sencilla, daba comienzo el Domingo de Ramos, en que se celebraba la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén. Tal celebración consistía, primeramente, en la bendición de las palmas y ramos de olivo, traídos ex profeso para esta fiesta, y a continuación se organizaba la correspondiente procesión, cuyo recorrido unas veces fue alrededor del edificio de la Iglesia parroquial, y en otras se prolongaba hasta la Plaza del Ayuntamiento, desde donde se regresaba a la parroquia para celebrar la Misa Mayor. Una vez concluida ésta, tanto los ramos de olivo como las palmas eran portadas por los fieles a sus respectivos domicilios para adornar sus balcones y ventanas y dar así testimonio de su calidad de creyentes.

En Jueves Santo se recordaba en la Misa la Institución de la Eucaristía, el sacerdocio y el lavatorio por Jesús de los pies a sus discípulos. El sacerdote practicaba, igualmente, en el momento propio de la Misa el rito de lavar los pies a doce niños y, en otras ocasiones, a doce caballeros. También por testimonio de mi madre política, Doña Petra Espinosa Cardos, tengo constancia de que en alguna ocasión don Andrés Díaz Muñoz, párroco que fue de la localidad, para imitar a Cristo, conmemoró la Santa Cena invitando a otros tantos humildes "apóstoles" para compartir con ellos, en su propia casa sacerdotal, mesa y mantel, que fue adornada y servida por señoritas de la localidad. Al anochecer se iniciaba el desfile procesional ordenado de los fieles que, presidido por las autoridades eclesiásticas, civiles y militares locales, recorría el itinerario tradicional - Glorieta, calles Oscurilla, Real, Huertas y General Sanjurjo, desde donde regresaba al punto de partida- acompañando en su procesionar a las imágenes de la Virgen de los Dolores seguida de la de Jesús Nazareno.

Durante la noche de este día, los jóvenes permanecíamos expectantes, no nos acostábamos. Para ayudar al sacerdote y evitar que los grupos de fieles invitados, que por turno debían permanecer velando al Santísimo expuesto en el Monumento, no quedaran incompletos, todos los años adquiríamos el compromiso de ir supliendo, siguiendo un orden establecido de antemano, a quienes por diferentes motivos no podían asistir a cumplir su turno de vela a la hora y durante el tiempo que previamente se les había fijado.

El Viernes Santo, los monaguillos eran los encargados de convocar al vecindario a toque de matraca - las campanas habían enmudecido el día anterior- a los actos litúrgicos que iban a celebrarse a primeras horas de la tarde, en 1a parroquia: Santos Oficios, Comunión y Adoración de la Santa Cruz. Más tarde se acompañaba en su procesionar por el itinerario de costumbre - ahora en sentido contrario al del día anterior- a las imágenes de la Virgen de los Dolores, custodiada por un grupo de mujeres ataviadas con peineta, mantilla almagreña negra y vestido de color oscuro; la de Jesús Caído, y en último lugar la de Cristo Yacente, escoltada por miembros de la Guardia Civil con uniformes de gala. Merece recordarse la Hermandad de Jesús de Nazaret, hoy desaparecida, cuyos componentes, vestidos con túnica y capirote de color morado, zapatos y cordones amarillos ceñido a la cintura a modo de cíngulo, daban mayor relevancia y brillantez a los defiles procesionales.

Traemos a la memoria el recuerdo de destacadas personas que, con estilo y buen gusto, cautivaban la atención de los fieles entonando devotas saetas a las imágenes que procesionaban estos días por los recorridos mencionados. Entre aquéllas figuraban: Francisco (Frasco) Hervás Martínez; Estefanía y Manuela Martín Rodríguez, hijas de Eulalia Rodríguez; Concha Hervás Cano; Cleofé Muñoz Martín: Ramón Rodríguez Mora y Vicente Martín Rodríguez. Igualmente, una mención especial merece la Banda de Música de la localidad que, desde antiguo, ha participado en las marchas procesionales interpretando piezas musicales propias para estas fechas. Entre ellas pueden citarse los títulos de: Piedad, Ultimo Suspiro, Hermanos costaleros, Santísimo Cristo, Nuestro Padre Jesús, Sueño Eterno. Descanse en Paz...

Durante estos dos días la gastronomía consistía principalmente en: Potaje de garbanzos con espinacas y bacalao: pescado frito o en salsa; tortillas de patata y de masa; bacalao rebozado o en escabeche, y de postre, torrijas, natillas o arroz con leche.

La noche del Sábado Santo se celebraba la Resurrección de Cristo y en la Misa de Vigilia Pascual era cuando el sacerdote bendecía el agua, de la que parte de ella era depositada en la pila bautismal para el uso de la Iglesia, y el resto se repartía entre los vecinos, con la que éstos rociaban sus casas para bendecirlas.

El Domingo de Resurrección, por la mañana muy temprano, el vecindario asistía al desfile procesional que cerraba la Semana de Pasión de Villamayor: El Encuentro, en que la Madre, tocada con mantilla negra, va en busca del Hijo resucitado. Para esta celebración católica salían de la Parroquia dos procesiones: Una de ellas integrada solo por la feligresía juvenil, procesionaba la imagen del resucitado por la calle Oscurilla y la otra, formada por hombres y mujeres acompañados por el sacerdote y las autoridades locales, llevaban en andas por las calles Iglesia y Real (dirección Almodóvar) a la Santísima Virgen del Rosario. De mi niñez recuerdo que ambas imágenes se hacían coincidir en la calle Real, en el espacio situado entre las viviendas de Ignacio Valeros y Bernardo Cano Carretero, y años más tarde, antes de dejar de procesionarlas, que ya hace más de un cuarto de siglo, en la confluencia de las calles Real y Oscurilla, en la solana de la vivienda de Angeles Cano Rodríguez, momento que queda inmortalizado en la fotografía que ilustra esta colaboración periodística. En el momento del Encuentro la Banda de Música interpretaba el Himno Nacional, a continuación el sacerdote incensaba ambas imágenes y la camarera de la Virgen la despojaba de la mantilla negra que llevaba puesta. A continuación, con Jesús Resucitado colocado en primer lugar, seguido de su Madre, se organizaba nuevamente la procesión para llegar todos a la Parroquia y oír la Santa Misa.

Como anécdota debo decir que al concluir la procesión, era costumbre colgar en un árbol de la Glorieta un pelele, confeccionado con ropas de hombre y rellenas de hierba (palomilla), para recordamos cómo acabo con su vida el discípulo traidor, Judas lscariote. A la salida de Misa el muñeco era objeto de burla y escarnio hasta que poco a poco al ser manteado se iba deshaciendo. Unas veces se le canta: "El pelele está malo/ qué le daremos/ caldo de caracoles/ para que críe cuernos". Otras era manteado al compás de "Arriba pelele/ tu madre te quiere/ y tú también/ ¡arriba con él!".

Las tradiciones aquí relatadas deben servir para animarnos a continuar viviendo el espíritu de la Semana Santa, no el de las escenificaciones, como tales, sino con el recogimiento de la oración con Dios que nos hará no perder el rumbo.


Publicado por Justo Callejas Rodríguez en el Diario "Lanza" el viernes, 24 de abril de 1998, en su página 4.