EL CEMENTERIO
EN EL CEMENTERIO, UN LUGAR DE ENCUENTRO CON NUESTROS DIFUNTOS
Cada año, con la llegada de los dos primeros días del mes de noviembre, los nacidos en Villamayor de Calatrava, desde antiguo, hemos predispuesto nuestro ánimo para celebrar la Fiesta de Todos los Santos (1º de noviembre) y, al día siguiente, la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, siempre, claro está, que las obligaciones de trabajo lo permitan, en especial, a aquéllos que en la actualidad tenemos nuestra residencia fuera de esta Villa, en la que nacimos y a la que llevamos en lo más profundo de nuestro corazón.
En la primera de estas Fiestas, por precepto eclesiástico, se oye la Santa Misa para dar gracias a Dios por los dones recibidos, al tiempo que veneramos con júbilo la gloria de aquellos hermanos nuestros que lograron alcanzar la eterna bienaventuranza.
Concluida Aquélla, viene siendo habitual que, especialmente, las mujeres lleven (si no lo han hecho antes) las flores naturales al cementerio para adornar las tumbas donde yacen sus seres más queridos, a la vez que colocan allí mismo, las farolas, mariposas, o velas, que han de lucir permanentemente hasta la tarde del día siguiente.
Desde antiguo se sabe que el Ayuntamiento viene costeando cada año los gastos originados por la limpieza del terreno y el enjalbegado de las paredes de aquel recinto sagrado, aunque bien es verdad que el vecindario ha colaborado manualmente siempre que se le ha solicitado, sobre todo, en la limpieza de las tumbas y en el encalado de las zonas que.ocupan sus, respectivas propiedades.
A primeras horas de la tarde la mayoría de los vecinos y de los que hemos venido para la ocasión, siguiendo la tradicional costumbre, visitaremos el cementerio con la imagen de nuestros antepasados en el recuerdo, pues, no se olvide: un pueblo que no ama, a sus muertos no es pueblo culto. Allí observaremos que las faenas de limpieza realizadas, junto con la policromía de las flores llevadas ex profeso y colocadas en los panteones, capillas, lápidas o en la tierra, hacen. que el Campo Santo nos ofrezca una extraordinaria belleza artística, cuyo deleite nos invita a permanecer en él hasta el anochecer, espacio de tiempo que aprovecharemos para visitar las tumbas de nuestros padres, familiares más próximos y amigos en las que, además de dedicarles con cariño nuestras oraciones, conversaremos con ellos en silencio para contarles las particularidades de nuestra vida y la de los miembros de nuestra familia más intima en el último año; pidiéndoles, asimismo, su ayuda e intercesión ante el Altísimo para que continúe derramándonos Su gracia hasta que llegue el momento de reunimos con todos ellos.
Atrás quedan aquellos tiempos en que, como monaguillos de la Parroquia, revestidos con sotana negra y roquete blanco ayudábamos en las funciones propias de esos días. Como quiera que éramos suficientes miembros, nos dividíamos en dos grupos: uno de ellos permanecía en la torre de la Iglesia hasta llegada la noche del primer día, interpretando con el reiterado tañido de las campanas el característico toque de "doblar" o "tocar a muerto". El otro grupo, durante igual tiempo, acompañaba a D. Ismael Cózar Trujillo y a D. Manuel Martín-Grande Morales, párroco y sacristán, respectivamente, al cementerio, cuyos componentes, además de llevarles los ornamentos sagrados, el acetre con agua bendita y el hisopo, les ayudaban en la aplicación de los responsos - rezados o cantados- que eran dedicados a los difuntos 'de los familiares que se los solicitaban, por cuyo servicio recibía el sacerdote una cantidad que ha ido variando a través de los tiempos. Al día siguiente las funciones eran distribuidas en sentido inverso. Ni que decir tiene que durante estos días nuestra asistencia a tales ritos era; totalmente asidua, toda vez que de los ingresos recaudados por el Sr. Cura recibíamos, al final, una excelente "paga extraordinaria" que venía a aliviar nuestras precarias economías infantiles.
El día de Todos los Fieles Difuntos, el sacerdote y sacristán volvían nuevamente acompañados al cementerio en el que continuaban aplicando los responsos por las almas de otros finados que no fueron atendidos el día anterior. Ignoramos por qué causa esa antiquísima costumbre de decir responsos en el cementerio fue cayendo progresivamente en desuso hasta su total desaparición en la actualidad. A pesar de ello, nunca se ha olvidado la realización en este día de otros actos litúrgicos en honor de las almas de los que reposan en el referido lugar sagrado. Así, hubo una época en que se salía de la Parroquia en procesión rezando el Santo Rosario y de ésta manera, caminando por la carretera de Caracuel, se llegaba al cementerio, donde se concluía el mencionado rezo y daba comienzo la celebración de la Misa de réquiem, que era seguida por todos los fieles allí presentes venidos desde Villamayor o de otras localidades. En la actualidad se mantiene solamente la costumbre de ir todos los sábados o domingos del mes de noviembre a rezar allí el mencionado Santo Rosario. Últimamente, y como quiera que no todos los días de la semana hay Misa diaria en la Parroquia, se ha puesto en práctica celebrar todos los miércoles y sábados del referido mes una Misa de Difuntos, que es aplicada sucesivamente por las almas de los fallecidos que residieron en las diferentes calles de la Villa. Así es como se celebraba y celebra este día en Villamayor desde que fue construido el primer patio del cementerio actual en el año de 1912. ¡Lástima que no hayamos podido saber cómo era esta celebración cuando los enterramientos se realizaban dentro del Templo Parroquial o en los terrenos que lo circundaban!.
¡Ah! Recordemos por último que un dulce típico de estos días eran los nuégados, elaborados con nueces, cañamones y trigo tostados, que después eran mezclados al fuego con azúcar y miel, haciéndose con la pasta resultante una torta, que una vez enfriada se hacía trozos para distribuirla y comerla cuando apeteciera.
Mantengamos nuestra fe; celebremos esta hermosa tradición y ¡Paz a los muertos!.
Publicado por Justo Callejas Rodríguez y Juan Antonio Callejas Cano en el Diario "Lanza" el domingo, 1 de noviembre de 1998 en su página 4.
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